Los antihéroes de la nueva arquitectura
- coorbu
- 4 dic 2015
- 2 Min. de lectura

“Para hacer cosas que te satisfagan tienes que estar dispuesto a estar incómodo. Para ser un buen arquitecto no puede uno quedarse dormido, se ha de tener hambre, obsesión. Uno ha de querer serlo hasta el dolor”. El arquitecto noruego Andreas G. Gjertsen (Trondheim, 1981) habla con la misma pasión que empleaban los arquitectos modernos de los años treinta –dispuestos a renunciar a ciertos trabajos con tal de no embrutecer sus diseños–. Sin embargo, él y su socio de origen iraní Yashar Hanstad (Teherán, 1982) representan lo contrario: buscan un sentido más social que estético para sus edificios.
La historia de estos dos proyectistas se remonta al tiempo en que se conocieron estudiando Arquitectura en Trondheim, la ciudad donde viven. Su primer encargo fue una sala de fiestas para su universidad, “básicamente un recinto para tener a los estudiantes controlados cuando bebían”, explica Gjertsen. Ese primer trabajo ha sido su proyecto más caro hasta la fecha. Gastaron 150.000 euros en un edificio que era bonito y funcionaba, pero que les dejó una profunda insatisfacción. ¿Para eso servía la arquitectura? Su siguiente proyecto nació de ese desencanto. Y tras este, todos los demás trataron de evitar la decepción. La muestra Tyin Tegnestue in detail –abierta en el Musac de León hasta el 7 de febrero– explica una década de edificios realizados con lo que encontraban a mano y con la ambición de llegar donde la arquitectura rara vez llega: hasta los más necesitados.
Andreas Gjertsen asegura que su socio, Hanstad, de padre noruego y madre iraní, es más noruego que él. “Llegó aquí siendo un niño y hoy esquía, cosa que yo no hago”, bromea. A Andreas le gusta recordar que su país era el más pobre de Europa hasta finales del siglo XIX, y que luego aprovechó su industrialización y el petróleo para transformarse en un país igualitario. Por eso cree que parte de la clave de su arquitectura está en su formación escandinava. “En Noruega tenemos de sobra. Pero nos educan para que no desperdiciemos. Está mal visto hacerlo. No le vemos el sentido”. Con la intención de encontrar un significado a lo que iban a hacer, precisamente, siendo estudiantes sopesaron muchas posibilidades: de ayudar a los refugiados a enseñar a construir. Fue así como se dieron cuenta de que el denominador común en todo lo que les interesaba era siempre el mismo: “La falta de oportunidades convertida en oportunidad arquitectónica”.

Con los materiales de cada zona, como rocas y madera, los arquitectos noruegos Andreas G. Gjertsen y Yashar Hanstad levantan sus creaciones. Como este centro de enseñanza para agricultores en Indonesia.
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